02 LA BIBLIA DEL OSO
01 La Biblia del Oso Gn 1 al 12
Caminos y obras
… Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras.
[Salmo 103:7]
Caminos y obras
Introducción
¿A cuántos les gustaría recibir un milagro de parte de Dios? ¿Ver sus maravillas en nuestra propia vida? ¿Cuántos necesitan algún milagro de Dios en sus vidas?
Hay un poco de de situaciones que ameritan un milagro del Señor. A veces se queda uno sin trabajo, llegan las enfermedades, la crisis en el hogar, las situaciones difíciles, etc. Pero en medio de todo, ahí está el Señor con sus Obras. ¡Dios puede obrar, puede hacer maravillas! Y realmente todos necesitamos milagros del Señor, lo que pasa es que a veces nos da pena decirlo, pero todos necesitamos milagros de parte de Dios.
Somos humanos, somos limitados y eso hace que no seamos capaces de hacer muchas cosas que de pronto deseáramos, pero la Biblia nos muestra a un Dios que es todopoderoso y que es capaz de hacer maravillas y que además, se complace o se deleita en hacer cosas grandes. Por eso podemos pedirle a Dios con confianza y con la certeza de que Dios obrara a nuestro favor.
Sin embargo, hermanos, yo les quiero hablar de un tema distinto hoy. Más que los milagros, más que las maravillas, que las obras grandes del Señor, les quiero hablar de los caminos del Señor.
En este verso se hace una diferencia entre lo que son las obras del Señor, sus maravillas, sus milagros, sus señales y sus caminos, «Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras».
Entre otras cosas, uno puede darse cuenta allí que el pueblo de Israel no conoció los caminos del Señor. Moisés sí los conoció, pero Israel no conoció los caminos del Señor.
Entonces vuelvo a preguntar, ¿qué sería mejor para nosotros recibir ese milagrito que estamos esperando de parte del Señor o comprender cuál es la voluntad de Dios y mejor caminar por sus sendas?
La segunda, esa es la mejor. Pero no es tan fácil para algunos.
Entonces dejemos claro ya que la Biblia nos muestra una diferencia entre las obras y los caminos del Señor.
Fíjese por ejemplo en lo que se nos dice de Juan el bautista:
—Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad. Juan 10:41.
No hizo obras, pero vino a preparar el camino…
En el Evangelio de Juan, las señales son los milagros, los acontecimientos extraordinarios, se convirtió el agua en vino, se multiplicaron los panes, los peces, la gente comió, se sació, el mar se calmó, el viento, cesó, Lázaro resucitó, el paralítico caminó, el ciego vio, bueno, todos esos milagros Juan llama señales. Y dice la Biblia que Juan el Bautista a la verdad, ninguna señal hizo. Pero todo lo que Juan dijo de éste. ¿Era verdad? Es decir, Juan sí conoció los caminos del señor, aunque no hizo milagros o extraordinarias cosas, no hizo proezas extraordinarias, pero sí conoció el camino del Señor y los conoció de tal manera que mire lo que dice:
—Yo soy «la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías. Juan 1:23.
Voz que clama en el desierto:
«¡Preparad un camino a Jehová;
nivelad una calzada
en la estepa a nuestro Dios! Isaías 40:3.
La iglesia como el camino:
En el libro de Hechos, la vida de la iglesia es llamada el camino, y los creyentes son llamados «aquellos del camino:» «Y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén» (Hch. 9:2).
La iglesia como el cuerpo de Cristo es el camino, porque Cristo es el camino, la verdad, y la vida, nadie viene al Padre si no es por Él (Jn. 14:6).
Se declaran las siguientes cosas acerca del camino de Dios en el libro de Hechos:
- el camino de Dios es un camino perseguido ( Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres.. 22:4),
- a menudo se habla mal de él (Pero como algunos se rehusaban a creer y maldecían el Camino delante de la multitud, Pablo se apartó de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno.19:9),
- es llamado herejía por algunos (Pero esto te confieso: que, según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres; creo todas las cosas que en la Ley y en los Profetas están escritas. 24:14),
- Pablo confesó gozosamente a Félix que él era de ese camino (24:14),
- cuando la iglesia sea poderosa en testimonio y en poder como lo era en Efeso, causará «un gran disturbio», porque el camino de Dios será un elemento de disturbio en una sociedad gobernada por los poderes de las tinieblas: «Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino» (19:23).
Isaías había hablado de un camino especial:
Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. Isaías 35:8.
Jeremías mencionó que Dios proveería un camino:
Les daré un corazón y un camino, de tal manera que me teman por siempre, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. Jeremías 32:39.
Las cosas de Dios, los caminos de Dios son para beneficio suyo. Sí, tal vez usted lo sepa, pero quizás no lo comprenden bien, porque si algunos lo comprendiesen bien no irían en contra de la voluntad de Dios.
Cuando uno tiene un hijo y le dice que haga algo, lo que uno le dice es por su bien, aunque él no quiera hacerle caso a uno. Así es con el Señor, no piense que el mandamiento de Dios es para amargarle la vida a usted, que es joven. ¡No! todo lo contrario, es para llenarle la vida de felicidad y evitarle las lágrimas que va derramar más adelante si no tiene en cuenta el camino del Señor.
El camino del Señor nos va a servir a nosotros y también a nuestros hijos, si enseñamos ese mismo camino, pero si andamos por otro camino nos va a ir mal.
Mientras Moisés estaba allá en el monte en la presencia del Señor y Dios le estaba dando las las tablas de la ley, donde el primer mandamiento decía «no tendrás dioses ajenos delante de mí» el pueblo abajo estaba adorando a un becerro de oro diciéndole «este es Jehová que nos sacó de la tierra de Egipto». ¿Conocían el camino de Dios? No. Moisés estaba recibiendo el camino, la voluntad de Dios, pero el pueblo ya se estaba desviando de la voluntad de Dios.
Desarrollo
En la terminología bíblica la palabra camino se usa para varias cosas. A veces hace referencia a un camino normal, un camino literal, «el camino del mar», un camino real, una carretera; pero a veces también se usa la palabra camino para referirse más que todo al estilo de vida que tiene una persona. Para hacer referencia a la forma en que una persona vive su vida, es decir, su conducta, su comportamiento y su manera de gastarse la vida.
Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. (Pr 22:6).
Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte. (Pr 14:12).
En el verso que leímos al principio se usa la palabra «caminos» para referirse a la revelación de la voluntad divina a Moisés. (Su propósito, su plan, su pensamiento, su consejo).
1. El pueblo de Israel en su peregrinar por el desierto.
Si oís hoy su voz,
«No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba,
como en el día de Masah en el desierto,
donde me tentaron vuestros padres,
me probaron y vieron mis obras.
Cuarenta años estuve disgustado con la nación,
y dije: «Es pueblo que divaga de corazón
y no han conocido mis caminos«.
Por tanto, juré en mi furor
que no entrarían en mi reposo». Salmo 95:7–11.
Vieron la obras del Señor, pero ¡no conocieron sus caminos!
Pensemos un momentico, nosotros somos los israelitas, estamos cautivos en la tierra de Egipto, pero de repente llega un hombre llamado Moisés con la locura de que Dios le habló y que nos va a sacar de aquí y comenzamos nosotros a ver las obras de Dios. Empezamos a ver que el río se convierte en sangre, comenzamos a ver luego la cantidad de moscas, el granizo, los grillos, las langostas, las ranas, las tinieblas, las úlceras que salían en los egipcios ¿no son obras grandes? ¡Claro! La gente tuvo que darse cuenta de que algo realmente grande estaba pasando allí, Dios está obrando.
Al final vino la muerte de los primogénitos, todo primogénito de Egipto murió, y de los nuestros ni uno. Y esa noche nos sacaron, nos echaron del país, nos dieron de todo oro, comida y todo para que nos fuéramos y salimos, pero nos encontramos frente al mar. ¿Qué hacemos aquí donde están los barcos? No hay barcos, y atrás venían ya los egipcios para otra vez esclavizarnos, pero ¿qué hizo Dios allí? Les abrió el mar. Y el pueblo de Israel pasó por en medio del mar, como quien pasa por tierra seca, les abrió un camino. Pasaron el mar y los egipcios trataron de hacer lo mismo, pero murieron. Todos se ahogaron en el medio del mar. La gente celebró una fiesta, pero estaban al otro lado en un desierto. No había agua, y eran casi dos millones de personas ¿de dónde sacarían agua para beber dos millones de personas? pero Dios le dio agua de la roca y comenzaron a beber. No se murieron de sed y no había un restaurante para entrar. ¿Dos millones de personas a un restaurante? No, no había comida para tantos allí. Ningún restaurante daría abasto para alimentarlos. Pero no se murieron de hambre, les envío pan del cielo, maná para que se alimentaran por cuarenta años.
No hay tiendas, almacenes de ropa y calzado en el desierto, pero por cuatro décadas sus vestido no se envejeció ni su sandalia se gastó.
¿Entonces vieron las obras del Señor o no la vieron? ¿Vieron los milagros de parte de Dios? ¡Sí! Vieron los milagros de Dios. Claro que sí.
Pero vea lo que dice el libro de los salmos: no han conocido mis caminos.
Tantos milagros que Dios hizo con ellos en el desierto, pero no conocieron los caminos del Señor. No hicieron su voluntad. Pueblo es que divaga de corazón y no han conocido mis caminos.
Dios nos libre de ser como ellos, hermanos, que Dios nos libre de disfrutar de las bendiciones de Dios cada mañana, de ver los milagros, de ver gente que se convierte de ver a enfermos (a nosotros mismos) ser sanos de las enfermedades, recibir el bautismo del Espíritu Santo, hablar en otras lenguas, ver milagros tan extraordinarios que no podemos negar que Dios está a nuestro favor, pero desconocer los caminos del Señor, no andar en sus caminos. ¡No! Mi hermano tenemos que pedirle a Dios que nos ayude a no ser como los judíos de la época de Jesús.
2. Los judíos que presenciaron los milagros en la época de Jesús.
En el evangelio de Juan los judios vieron «las señales» pero no las entendieron, no vinieron a los pies del Señor.
Según San Juan, ellos vieron las señales pero no conocieron los caminos del Señor, no conocieron su voluntad.
Estaban masticando todavía el pan y el pescado que el Señor les había dado gratis y todavía se atrevían a decir: ¿qué milagro haces para que creamos en ti?
Ellos vieron las señales. Las tremendas señales vieron al ciego que había nacido ciego, pero que ahora veía y sin embargo, no creían, decían, ese hombre no es bueno porque hizo un milagro el día sábado a ese hombre viene el diablo, no creían lo que el Señor decía, pero sí vieron sus obras.
El Señor admirado les dice en alguna oportunidad:
«No queréis venir a mí para que tengáis vida…» Juan 5.40.
Las señales, las obras, los milagros que Juan nos narra, ocurrían para llevar a la gente a que creyeran, a que la gente obedeciera, porque cuando uno cree uno obedece la palabra de Dios, pero la gente no obedecía la palabra de Dios, la gente no creía en la palabra del Señor, no quería venir a los pies Señor.
Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.(Jn 14:11).
Sí hubo obras, y de tal modo que el Señor les dice: si no me creen por lo que digo, créanme por lo que hago. Porque era innegable que Dios estaba obrando, pero para llevarlos a conocer un camino que ellos no quisieron conocer.
Conclusión
Así dijo Jehová:
«Paraos en los caminos, mirad
y preguntad por las sendas antiguas,
cuál sea el buen camino.
Andad por él y hallaréis descanso para vuestra alma».
Mas dijeron: «¡No andaremos!». Jeremías 6:16.
Tremenda la necedad que está ligada al corazón del hombre sin Dios, pero que Dios nos libre de eso a nosotros.
¡Que el señor nos haga sensibles a la voz del espíritu!
Obedientes, sujetos a su voluntad, a su Palabra.
El Señor le hablaba a los a los israelitas por medio de Moisés
El es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto. La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, Generación torcida y perversa. ¿Así pagáis a Jehová, Pueblo loco e ignorante? ¿No es él tu padre que te creó? El te hizo y te estableció. Acuérdate de los tiempos antiguos, Considera los años de muchas generaciones; Pregunta a tu padre, y él te declarará; A tus ancianos, y ellos te dirán. Deuteronomio 32:4-7.
A mí me gusta hablar de los patriarcas, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¿Quién era Abraham? el llamado amigo de Dios, al que llaman algunos el padre de la fe. Abraham caminó con Dios y la Biblia dice ¿cómo podrán andar dos juntos si no están de acuerdo? hay que ponerse de acuerdo para poder caminar, para poder transitar juntos.
Abraham vivía en una nación pagana. Era un idolatra y de repente Dios le habló. Le comenzó a Dios a mostrar sus caminos: «Deja tu tierra, y tu parentela, y vete a una tierra que te mostraré». Abraham le creyó a Dios. Le creyó y entonces comenzó a caminar con Dios. Salió sin saber para dónde iba, nada más que Dios le iba a llevar a una tierra que le iba a mostrar, yo te la mostraré. Pero él comenzó a caminar con Dios.
Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. (Hebreos 11:8).
Después, su hijo Isaac también caminó con Dios. Después Jacob también caminó con Dios, después los patriarcas. Así las generaciones pasadas vieron las obras del Señor. Dios los bendecía, los prosperaba. Ellos caminaban con Dios y les iba bien.
Pero ahora están estos con Moisés que han visto las obras del Señor, han sido los que comieron el maná, han sido los que bebieron el agua de la roca, han sido aquellos a los que el vestidito le duró cuarenta años. Nunca necesitaron de una tienda para comprar más ropa ni zapatos, pero ¡no estaban haciendo la voluntad de Dios!
Hermanos ¿puede pasarnos eso a nosotros hoy?
¿Así pagáis a Jehová, Pueblo loco e ignorante?
Claro, hablar del pueblo de Israel es muy fácil. ¿Pero por qué no lo aplicamos a nosotros también?
Aplicación
Dios quiere que conozcamos sus obras, pero más, quiere que profundicemos en nuestro caminar con él hasta entender sus caminos.
Dios claro que quiere que conozcamos que él es bueno, que hace milagros. Dios quiere hacer milagros, Dios quiera sanarnos, Dios le quiere dar la bendición, sí lo quiere hacer.
Pero más que eso, Dios quiere que conozcamos sus caminos más que sus obras, más que sus portentos. Dios quiere que caminemos con él, que comencemos a andar con él y que transitemos de su mano por los caminos del Señor.
Caminando con Dios, los milagros ocurrirán, la sanidad se dará, la bendición económica resultará, la prosperidad material nos alcanzará, vendrán las añadiduras.
Pero decía un hermano, no hay que predicar, únicamente seguir el Evangelio de los panes y de los peces. Busquemos primeramente el Reino de Dios y su justicia. ¿Y las demás cosas? Ah sí, ellas nos alcanzarán.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida. (Salmo 23:6).
¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida?
Señor, ¿Cuáles son tus caminos?
¡Señor muéstrame, déjame ver qué es lo que yo debo hacer!
Déjeme antes decirles algo acá.
De la voluntad de Dios se habla en Romanos 12.2:
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:2).
El verbo griego traducido al español como comprobéis en Romanos 12:2). Tiene el significado de «probar por experiencia». Aprendemos a determinar la voluntad de Dios procurando hacerla. Entre más obedecemos, más fácil es descubrir lo que Dios quiere que hagamos. Es como aprender a nadar o tocar un instrumento. Después de un tiempo pasa a ser parte de nuestra naturaleza y se realiza sin mucho esfuerzo.
Decía el hermano Álvaro «¿Quiere saber qué don tiene? ¿En qué lo quiere usar Dios? Pues salga a hacer la obra de Dios, salga a evangelizar, salga a orar por los enfermos, salga a enseñar a la gente, a aconsejar, etc. Y así se dará cuenta en qué es que Dios lo quiere usar.»
Las personas que dicen repetidamente: «¿Cómo determino la voluntad de Dios para mi vida?» en realidad dan a conocer que nunca han tratado de hacer la voluntad de Dios. Se empieza con la cosa que ya se sabe que se debe hacer, y se hace. Enseguida Dios abre el camino para el próximo paso. La voluntad de Dios se determina por experiencia propia.
El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado. Salmo 40:8.
La voluntad de Dios es que andemos con él, que tengamos una relación con Dios. Nuestro Dios es un Dios de experiencias que usted lo puede sentir, se puede disfrutar de su compañía. En la presencia del Señor se puede disfrutar del gozo de la salvación. Puede disfrutar usted del espíritu noble como decía el salmista «espíritu noble me sustente».
¡Esa voluntad de Dios es buena, es agradable, y es perfecta!
Es mejor que cualquier cosa que El Mundo le pueda ofrecer. El Mundo qué puede ofrecerle: alcohol, drogas, placer sexual, dinero. ¿Serán esas cosas más deleitosas que las cosas que Dios tiene para mí? pues ¡por supuesto que no!
Lo que el Mundo ofrece no es mejor que lo que usted puede hacer con Dios:
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Jn 2:16–17).
»No todo el que me dice: «¡Señor, Señor!», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Entonces les declararé: «Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!». Mateo 7:21–23.
¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida?
Muchas personas repetidamente se preguntan: «¿Cómo determino la voluntad de Dios para mi vida?»
Con esa pregunta en realidad dan a conocer que nunca han tratado de hacer la voluntad de Dios. Recuerda: Se empieza con la cosa que se sabe que se debe hacer, y se hace.
¿Qué cosas ya sabes que debes hacer?
Dejar de pecar
Arrepentirse
Volverse al Señor
Bautizarse en su Nombre
Buscar estar lleno del poder del Espíritu Santo
Tener comunión con su cuerpo que es la Iglesia
Perseverar hasta el fin
…
Seamos un poco más específicos ¿será que estos verbos tienen que ver con la voluntad de Dios, con sus caminos?
Estudiar la Palabra de Dios
Oración
Ayunar
Obedecer
Evangelizar
Casar (con tal que sea en el Señor)
Amar
Perdonar
Aconsejar
Animar
Ofrendar
Diezmar
Congregar
Ayudar
Etc…
NO PODEMOS DECIR QUE NO SABEMOS LOS CAMINOS
¡Pues hagámoslo!
Transitemos por ellos, y hallaremos descanso para nuestra alma.
Maranatha
Gracia y Paz!
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Servicio Dominical
El inicio ilusionado
Voluntad de Dios
Cristo dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra» (Juan 4:34). A menudo en sus cartas, Pablo se refirió a la voluntad de Dios al compartir sus planes con sus amigos (Romanos 1:10; 15:32; 1 Corintios 4:19; 16:7). Pablo no consideraba que la voluntad de Dios fuera como una cadena que lo aprisionaba; sino como una llave que abría las puertas y lo hacía libre.
Todo lo que existe en este universo opera de acuerdo con las leyes que lo rigen. Si cooperamos con estas leyes y las obedecemos, el universo trabaja a nuestro favor. Mas si las oponemos y desobedecemos, el universo trabaja en nuestra contra. Por ejemplo, existen leyes que gobiernan el vuelo. Tanto el ingeniero que obedece estas leyes al diseñar y construir un aeroplano, como el piloto que las obedece al guiarlo, disfrutarán al ver que el gran artefacto funciona perfectamente. Pero si desobedecen las leyes básicas del vuelo, el resultado será un accidente y la pérdida de vidas y dinero.
La voluntad de Dios para nuestra vida se puede comparar a las leyes que el Creador ha puesto en este universo con una sola excepción: las leyes naturales son generales, pero la voluntad de Dios para nuestra vida está específicamente diseñada para nosotros. No hay dos vidas que estén diseñadas con el mismo patrón.
Seguramente, hay cosas que deben operar de la misma en todos los creyentes. Es la voluntad de Dios que nos entreguemos a él (2 Corintios 8:5); también que evitemos la inmoralidad (1 Tesalonicenses 4:3). Todo creyente debe regocijarse, orar, y ser agradecido a Dios (1 Tesalonicenses 5:16–18). Cada mandamiento bíblico dirigido a los creyentes es parte de la voluntad de Dios, y tiene que obedecerse. Pero Dios no nos llama a cada uno al mismo tipo de trabajo, o para ejercitar los mismos dones y ministerio. La voluntad de Dios está «hecha a la medida» para cada creyente.
Es importante que adoptemos la actitud correcta hacia la voluntad de Dios. Algunos piensan que la voluntad de Dios es una máquina fría e impersonal. Dios la enciende, y a nosotros nos corresponde mantenerla funcionando eficientemente. Si lo desobedecemos en algo, la máquina se detiene, y nos encontramos fuera de la voluntad de Dios para toda la vida.
La voluntad de Dios no es una máquina fría e impersonal. No se puede determinar la voluntad de Dios mecánicamente, como si obtuviéramos un producto al depositar una moneda en una máquina expendedora. La voluntad de Dios es una relación vital entre Dios y el creyente. Esa relación no se destruye cuando el creyente desobedece, porque Dios todavía tiene que ver con su hijo, aunque tenga que castigarlo.
En vez de considerar a la voluntad de Dios como una máquina, prefiero verla como un cuerpo vivo y en desarrollo. Si algo anda mal en mi organismo, no me muero: las otras partes de mi cuerpo compensan la deficiencia hasta que el órgano deficiente se recupera. Puede haber dolor, y debilidad, pero no necesariamente la muerte.
Cuando estamos fuera de la voluntad de Dios, no se acaba todo. Sufrimos, por cierto; pero cuando no le permitimos a Dios reinar, él subyuga. Así como el cuerpo compensa la deficiencia de un órgano, Dios ajusta las cosas para traernos de nuevo a su voluntad. Se ve esto muy claro en las vidas de Abraham y Jonás.
La relación del creyente con la voluntad de Dios, es una experiencia creciente. En primer lugar, debemos conocer su voluntad (Hechos 22:14). No es difícil descubrir la voluntad de Dios. Si estamos dispuestos a obedecer, él está dispuesto a revelárnosla (Juan 7:17). Se ha dicho que «la obediencia es el órgano del conocimiento espiritual». Esto es cierto. Dios no revela su voluntad al curioso o al negligente, pero lo hace para aquellos que están listos y dispuestos a obedecerle.
Sin embargo, no debemos contentarnos con sólo conocer parte de la voluntad de Dios. Dios quiere que seamos «llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual» (Colosenses 1:9). No es correcto querer conocer la voluntad de Dios en cuanto a ciertos asuntos y hacer caso omiso de ella en otros. Todo lo que sucede en nuestra vida es muy importante para Dios, y él tiene un propósito para el más pequeño detalle.
Dios quiere que entendamos su voluntad (Efesios 5:17). Aquí es donde interviene la sabiduría espiritual. Un niño puede conocer la voluntad de su padre, pero puede no entenderla. El niño conoce el «qué», pero no el «por qué». Como «amigos» de Jesucristo, tenemos el privilegio de conocer por qué Dios hace lo que hace (Juan 15:15). «Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras» (Salmo 103:7). Los israelitas supieron lo que Dios estaba haciendo, pero Moisés entendió por qué lo estaba haciendo.
También debemos comprobar la voluntad de Dios (Romanos 12:2). El verbo en el griego significa «probar por experiencia». Aprendemos a determinar la voluntad de Dios procurando hacerla. Entre más obedecemos, más fácil es descubrir lo que Dios quiere que hagamos. Es como aprender a nadar o tocar un instrumento. Después de un tiempo pasa a ser parte de nuestra naturaleza y se realiza sin mucho esfuerzo.
Las personas que dicen repetidamente: «¿Cómo determino la voluntad de Dios para mi vida?» en realidad dan a conocer que nunca han tratado de hacer la voluntad de Dios. Se empieza con la cosa que se sabe que se debe hacer, y se hace. Enseguida Dios abre el camino para el próximo paso. La voluntad de Dios se determina por experiencia propia. Se aprende tanto de los fracasos como de los triunfos. «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí» (Mateo 11:29). El yugo, para el creyente, sugiere actuar junto con Dios, poniendo en práctica lo que él nos ha enseñado.
Por último, debemos hacer la voluntad de Dios de corazón (Efesios 6:6). Jonás conocía la voluntad de Dios, y (después de un castigo) la hizo; pero no la hizo de corazón. En el capítulo cuatro de su libro, se indica que el profeta iracundo no amaba al Señor, ni tampoco a la gente de Nínive. El únicamente hizo la voluntad de Dios para no volver a ser castigado.
Lo que Pablo dijo en cuanto a las ofrendas, también puede aplicarse a la vida: «No con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7). Con tristeza quiere decir «de mala gana, lastimosamente». No existe absolutamente ningún gozo para las personas que hacen la voluntad de Dios con tristeza. Por necesidad quiere decir «bajo obligación». Estas personas obedecen porque tienen que hacerlo, y no porque quieran.
El secreto de una vida feliz consiste en deleitarse en el deber. Cuando hallamos deleite en hacer nuestro deber, las cargas se vuelven bendiciones. «Cánticos fueron para mí tus estatutos en la casa en donde fui extranjero» (Salmo 119:54). Cuando amamos a Dios, sus estatutos se vuelven cánticos, y nos deleita servirle. Cuando servimos a Dios de mala gana, o por obligación, podemos hacer su obra, pero no recibiremos la bendición. Lo que hacemos será un trabajo afanoso, pero no un ministerio. Pero al hacer la voluntad de Dios de corazón, nos enriquecemos, no importa cuán pesado haya sido el trabajo.
Nunca debemos pensar que si fallamos en conocer o hacer la voluntad de Dios, afectaremos permanentemente nuestra relación con el Señor. Podemos confesar nuestro pecado y recibir su perdón (1 Juan 1:9). Podemos aprender de nuestros errores. Lo importante es tener un corazón que ame a Dios y sinceramente quiera hacer su voluntad y glorificar su nombre.
¿Qué beneficios tiene el hacer la voluntad de Dios? En primer lugar, se goza de una comunión más íntima con el Señor Jesucristo (Marcos 3:35). Se tiene el privilegio de conocer la verdad de Dios (Juan 7:17), y de ver las oraciones contestadas (1 Juan 5:14–15). La vida y obra del que hace la voluntad de Dios (1 Juan 2:15–17) son de una calidad eterna. Ciertamente, existe la expectación de la recompensa en la venida del Señor (Mateo 25:34).
Estimado lector, ¿cuál de estas tres actitudes tienes hacia la voluntad de Dios? ¿Pones a un lado totalmente la voluntad de Dios al hacer las decisiones y propósitos diarios? ¿O, conociendo la voluntad de Dios, rehusas obedecerla? Estas actitudes están equivocadas y traen consigo tristeza y ruina para el que las practica.
Pero el creyente que conoce, ama, y obedece la voluntad de Dios, disfrutará de las bendiciones de Dios. Tal vez su vida no sea más fácil; pero será más santa y más feliz. Verdaderamente, su alimento será la voluntad de Dios (Juan 4:34); y será el gozo y la delicia de su corazón (Salmo 40:8).
Warren W. Wiersbe, Maduros En Cristo: Estudio Expositivo de La Epístola de Santiago (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2003), 116–121.
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